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«Si el valor y la gracia de la casa es sobre todo (como algunos piensan) la luz, ciertamente ninguna casa podrá anteponerse a esta que tiene una vista libre hacia los cuatro puntos cardinales y recibe la luz no solo de las ventanas externas, sino también en abundancia de las internas que dan al gran patio del centro del palacio, llegando a iluminar incluso los almacenes más bajos y cercanos.
La vista desde las habitaciones más altas al oeste se extiende más allá de Montalcino y Siena hasta los Alpes de Pistoia. El ojo de los que miran la tramontana está animado por una variada extensión de colinas y el encantador verde de los bosques que se extienden a lo largo de cinco millas.
Observando con más atención se llega a distinguir el Apeninos y Cortona, situados en una alta colina no muy lejos del lago Trasimeno. Pero el valle del río Chiana, que se encuentra allí en el medio, permanece oculto porque es demasiado bajo. La vista hacia el este es menos amplia, llegando hasta Montepulciano, en poder de los florentinos, que temen perpetuamente que los sieneses lleguen a los montes que dividen la región de Chiana de la Val d'Orcia.
Las tres órdenes de pórticos que reciben el sol desde el mediodía, como hemos dicho, tienen como límite extremo de su vista el Monte Amiata, muy alto y cubierto de bosques, y bajo de este el valle de la Orcia y los verdes prados, las colinas herbáceas en las buenas estaciones, los campos ricos en cultivos, los viñedos; en los escarpados acantilados se ven las rocas y castillos, los baños de Vignoni y el Monte Pesio (Cetona), más alto de Radicofani y que es el punto desde el que sale el sol del invierno.»
Pio II, Los Comentarios